Las anomalías en el pene, la próstata
y los testículos pueden resultar tanto psicológicamente
perturbadoras como físicamente perjudiciales. El pene puede verse
afectado por lesiones, inflamaciones o infecciones, incluyendo las enfermedades
de transmisión sexual. El cáncer de piel también
puede desarrollarse en el pene. Los defectos de nacimiento pueden causar
dificultades para orinar y para mantener relaciones sexuales.
El trastorno más común de la próstata
es la hiperplasia benigna, que dificulta la micción. Otros trastornos
incluyen la prostatitis y el cáncer de próstata (uno de
los cánceres más frecuentes). El cáncer también
puede afectar a los testículos, amenazando la fertilidad y, si
no se trata, causa la muerte. Otros trastornos que afectan a los testículos
incluyen la torsión testicular y la hernia inguinal.
Lesión e inflamación del pene
Varias son las lesiones que pueden afectar al pene.
Enganchar el pene con la cremallera de los pantalones es muy frecuente,
pero el corte producido en general se cura rápidamente. Un corte
o irritación que se infecte debe ser tratado con antibióticos.
Doblar excesivamente un pene erecto puede causar dolor, dañar
gravemente las estructuras que controlan la erección y causar
dificultades en las relaciones sexuales. El pene también puede
partirse parcial o completamente. En ciertos casos es posible volver
a unirlo, pero rara vez se recuperan completamente la sensibilidad y
el funcionamiento normales.
La balanopostitis es una inflamación generalizada
de la cabeza del pene (glande) y del prepucio. Dicha inflamación
es habitualmente debida a una infección causada por un hongo
o una bacteria bajo el prepucio de un pene no circunciso.
La inflamación causa dolor, picor, enrojecimiento,
hinchazón y finalmente puede derivar en un estrechamiento (constricción)
de la uretra. Los varones que padecen balanopostitis pueden llegar a
desarrollar balanitis obliterante xerótica, fimosis, parafimosis
y cáncer.
En la balanitis obliterante xerótica, la
inflamación crónica provoca la aparición de una
zona dura, de color blanco, cerca del extremo del pene. En general,
la causa es desconocida, pero puede producirse por una infección
o una reacción alérgica. El orificio de la uretra suele
estar rodeado de esta piel blanca gruesa, que no hace más que
bloquear la salida de la orina y del semen. Las cremas antibacterianas
o antiinflamatorias pueden curar la inflamación, pero en general
la uretra debe volver a abrirse quirúrgicamente.
Fimosis Tratamiento quirúrgico.
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La fimosis es una constricción o endurecimiento
del prepucio. Es una situación normal en un recién nacido
o en un niño pequeño y suele resolverse en la pubertad
sin tratamiento alguno. En los adultos, la fimosis puede ser el resultado
de una irritación prolongada. Como el prepucio endurecido no
se retrae, puede afectar a la micción y a la actividad sexual.
El tratamiento habitual es la circuncisión.
En la parafimosis, el prepucio retraído no
puede volverse a colocar sobre la cabeza del pene (glande). La parafimosis
puede curarse con la circuncisión.
La eritroplasia de Queyrat es una zona rojiza y
aterciopelada claramente delimitada que se desarrolla sobre la piel
del pene, en general, sobre la cabeza o en la base de ésta. Este
trastorno suele producirse en varones no sometidos a circuncisión.
Para confirmar el diagnóstico, el médico puede tomar una
pequeña muestra de piel para examinarla al microscopio (biopsia).
La eritroplasia de Queyrat se trata con una crema que contenga el medicamento
fluorouracilo. Como el área puede volverse cancerosa si no se
trata a tiempo, el médico la examina cada pocos meses durante
y después del tratamiento. Como tratamiento alternativo, puede
extirparse el tejido anormal.
Tumores del pene
A pesar de que el cáncer de piel puede aparecer
en cualquier parte del pene, el punto más frecuente es la cabeza,
especialmente en la base. Los varones circuncisos rara vez presentan
cáncer de piel en el pene. Al principio, el cáncer suele
manifestarse como un área rojiza con llagas que no se curan en
varias semanas pero que, en general, son indoloras. Habitualmente, este
cáncer es un carcinoma de células escamosas. Otros cánceres
de piel en el pene, mucho menos frecuentes, son la enfermedad de Bowen
y la enfermedad de Paget. El cáncer se extirpa quirúrgicamente,
junto con una pequeña área de tejido sano que lo rodea.
Sin embargo, el médico intenta salvar tanto tejido peneal como
le resulta posible.
Otras tumoraciones en el pene pueden estar causadas
por una infección. Por ejemplo, una llaga pequeña, indolora,
puede ser un signo de sífilis. Las ampollas dolorosas, diminutas,
con frecuencia deben su origen al herpes simple. En muy raras ocasiones,
las ampollas, que con el tiempo forman pequeñas úlceras,
pueden estar causadas por el chancro blando. Uno o más nódulos
protuberantes y consistentes en general son verrugas genitales, causadas
por un virus. Las formaciones pequeñas, consistentes y con diminutas
depresiones (molluscum contagiosum) están causadas por otro virus.
Priapismo
El priapismo es una erección dolorosa, persistente,
que no está acompañada de deseo sexual ni de excitación.
En la mayoría de los casos, el priapismo
se produce como consecuencia del uso de fármacos, o por motivos
desconocidos. Otras causas posibles incluyen un trastorno de la sangre,
como los coágulos sanguíneos, la leucemia o la anemia
drepanocítica, un tumor en la pelvis o en la columna vertebral
y una infección de los genitales. La enfermedad probablemente
se deba a anomalías en los vasos sanguíneos y en los nervios
que atrapan sangre en el tejido eréctil (cuerpos cavernosos)
del pene.
El tratamiento del priapismo depende de la causa.
Si es un medicamento, deberá suspenderse de inmediato. Si la
causa parece ser una lesión neurológica, la anestesia
de la columna vertebral de manera continua puede resultar de gran ayuda.
Si la causa probable es un coágulo de sangre, éste debe
ser extraído quirúrgicamente, o bien debe realizarse una
derivación quirúrgica para restablecer la circulación
normal en el pene. La mayoría de los casos de priapismo puede
tratarse drenando el exceso de sangre del pene con una aguja y una jeringa
e irrigando los vasos sanguíneos con líquido para eliminar
los coágulos u otras obstrucciones. También pueden utilizarse
varios medicamentos, dependiendo de la causa del problema. Las probabilidades
de que un varón recupere su función sexual son pocas si
el priapismo no responde rápidamente al tratamiento.
Enfermedad de Peyronie
La enfermedad de Peyronie es un engrosamiento fibroso
que provoca contracturas en el pene y deforma la erección.
La causa de la enfermedad de Peyronie, que afecta
a los varones adultos, es desconocida. El tejido fibroso que forma las
contracturas provoca una curvatura en el pene erecto que puede hacer
difícil o imposible la penetración sexual. La enfermedad
puede causar erecciones dolorosas. El tejido fibroso puede extenderse
incluso hacia el tejido eréctil (cuerpos cavernosos), impidiendo
completamente la erección.
La enfermedad de Peyronie puede curarse por sí
sola en el curso de varios meses. Las inyecciones de corticosteroides
en el área afectada pueden ser útiles. En algunos casos,
los síntomas pueden aliviarse con el uso de tratamientos con
ultrasonidos. Lo más habitual es que las áreas fibrosas
deban ser extirpadas quirúrgicamente. La cirugía puede
curar la enfermedad pero, en algunas ocasiones, puede provocar una cicatrización
mayor que hace que la situación empeore. La cirugía puede
originar también impotencia.
Hiperplasia benigna de la próstata
La hiperplasia benigna de la próstata es
una formación no cancerosa (benigna) de esta glándula.
La hiperplasia benigna de la próstata es
frecuente en los mayores de 50 años. La causa es desconocida,
pero puede tener que ver con los cambios en los valores hormonales que
se producen con el envejecimiento. La próstata es una glándula
que rodea la uretra y, si crece, puede estrecharla gradualmente. Con
el paso del tiempo, el flujo de orina puede resultar obstruido. Como
resultado, los músculos de la vejiga se vuelven más gruesos
y fuertes para poder empujar la orina hacia fuera. No obstante, cuando
un sujeto con hiperplasia benigna de próstata orina, la vejiga
puede no vaciarse por completo. En consecuencia, la orina se estanca
exponiendo a la persona a infecciones y a la formación de cálculos.
Una obstrucción prolongada puede dañar los riñones.
En un varón con hiperplasia benigna de próstata, los fármacos
que afectan negativamente al flujo de orina, como los antihistamínicos,
pueden provocar una obstrucción.
Síntomas
La hiperplasia benigna de la próstata presenta
los primeros síntomas cuando la próstata agrandada comienza
a obstaculizar el flujo de orina. Al principio, el paciente puede tener
dificultades al comenzar a orinar. También puede sentir que la
descarga de orina ha sido incompleta. Como la vejiga no se vacía
por completo en cada micción, tiene que orinar con más
frecuencia, sobre todo por la noche (nicturia) y la necesidad se vuelve
cada vez más imperiosa. El volumen y la fuerza del flujo de orina
pueden reducirse notablemente, y puede haber goteo al final de la micción.
Finalmente, la vejiga puede llenarse en exceso, provocando incontinencia
urinaria.
Algunas pequeñas venas de la uretra y de
la vejiga pueden reventar cuando el paciente se esfuerza por orinar,
y ello hace que aparezca sangre en la orina. La obstrucción completa
puede imposibilitar la micción, lo cual produce una sensación
de saciedad y luego un dolor agudo en la parte inferior del abdomen.
Las infecciones de la vejiga pueden causar una sensación
de quemazón durante la micción y también fiebre.
El residuo de la orina que se devuelve también aumenta la presión
sobre los riñones, pero rara vez produce permanentes lesiones
del riñón.
Diagnóstico
El médico que sospecha un caso de hiperplasia
benigna de próstata basándose en los síntomas realiza
una exploración física. Al palpar la próstata durante
un examen rectal, el médico generalmente puede determinar si
está agrandada. También buscará nódulos,
que pueden indicar la presencia de cáncer, y comprobará
si existe dolor, lo cual puede ser indicio de infección.
En general se realizan análisis de sangre
que miden la función renal, así como otras pruebas que
determinan si una persona tiene cáncer de próstata. Estos
análisis miden las concentraciones de antígeno específico
prostático (AEP). Los resultados muestran valores elevados en
un 30 o en un 50 por ciento de los hombres con hiperplasia benigna de
próstata. Dicho incremento significa que debería llevarse
a cabo otra evaluación para determinar si la persona tiene cáncer
de próstata, pero no significa que así sea.
En ocasiones, es necesario realizar más pruebas.
El médico puede usar un catéter para medir la cantidad
de orina que queda en la vejiga tras la micción. Sin embargo,
lo más común es que el médico haga orinar a la
persona en un urofluómetro (un instrumento que mide el flujo
urinario). Un examen con ultrasonidos (ecografía) puede medir
el tamaño de la próstata y ayuda a determinar si el cáncer
es una causa posible. En raras ocasiones, el médico pasa un endoscopio
(un tubo flexible que permite visualizar) hasta la uretra para determinar
si el flujo de orina está obstaculizado por otra razón
que no sea el crecimiento de la próstata.
Tratamiento
Los síntomas pueden aliviarse con fármacos
alfa-adrenérgicos que relajan los músculos de la salida
de la vejiga, como la terazosina y la doxazosina. Para reducir el tamaño
de la próstata y posponer la necesidad de cirugía, pueden
administrarse medicamentos como el finasteride, pero la mejoría
de los síntomas puede tardar en producirse hasta 3 meses o más.
Se requiere un tratamiento adicional si los síntomas se vuelven
insoportables, el conducto urinario se infecta, el riñón
comienza a dejar de funcionar o el flujo de orina resulta completamente
obstaculizado. Un hombre que no puede orinar en absoluto necesita que
se le coloque un catéter de Foley para drenar la vejiga. Cualquier
infección se trata con antibióticos.
Tacto rectal Con el tacto rectal se logra palpar la próstata,que,
en la ilustración, presenta un nódulo de origen
tumoral.
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La cirugía es la opción que más
alivia los síntomas. El procedimiento más frecuente es
la resección transuretral de la próstata, mediante la
cual el médico introduce un endoscopio hasta la uretra y elimina
parte de la próstata. Este procedimiento no requiere una incisión
quirúrgica y, en general, se administra un anestésico
inyectado en la columna vertebral. Sin embargo, el 5 por ciento de los
varones que se someten a esta intervención, o incluso menos,
sufren incontinencia urinaria. En raras ocasiones, el sujeto sufre de
impotencia, necesita que se le dilate la uretra o requiere otra resección
transuretral en los 3 años siguientes. Otra alternativa es utilizar
un endoscopio equipado con un láser para quemar el tejido prostático,
causando menos daño a los nervios y menos complicaciones. Sin
embargo, hasta la fecha no existen estudios sobre las consecuencias
de este procedimiento a largo plazo. Otros tratamientos probados recientemente
son el uso de calor por microondas para reducir el tejido prostático
y el uso de un globo para dilatar la uretra.
Cáncer de próstata
El cáncer de próstata es extremadamente
frecuente, aun cuando su causa exacta sea desconocida. Cuando se examina
al microscopio el tejido prostático obtenido tras una intervención
quirúrgica o en una autopsia, se encuentra cáncer en el
50 por ciento de los hombres mayores de 70 años y prácticamente
en todos los mayores de 90. La mayoría de estos cánceres
nunca presenta síntomas porque crecen muy lentamente; sin embargo,
algunos cánceres de próstata sí crecen de forma
más agresiva y se extienden por todo el cuerpo. Aun cuando menos
del 3 por ciento de los hombres que padecen esta enfermedad muere a
causa de ella, en muchos países, el cáncer de próstata
es aún la segunda causa de muerte más frecuente entre
los varones.
Síntomas
En general, el cáncer de próstata
crece lentamente y no presenta síntomas, a menos que se encuentre
en estado avanzado. A veces los síntomas parecen similares a
los de la hiperplasia benigna de próstata, incluyendo la dificultad
para orinar y la necesidad de hacerlo con frecuencia. Estos síntomas
aparecen porque el cáncer bloquea parcialmente el flujo por la
uretra. Más adelante, el cáncer de próstata puede
provocar orina con sangre o una repentina retención urinaria.
En algunos casos, el cáncer de próstata
no se diagnostica hasta que se extiende (metástasis) hasta el
hueso (típicamente la pelvis, las costillas y las vértebras)
o los riñones, produciendo insuficiencia renal.
El cáncer de hueso tiende a ser doloroso
y puede debilitarlo hasta el punto de causar fracturas. Una vez que
el cáncer se ha extendido, es frecuente que la persona tenga
anemia. El cáncer de próstata también puede extenderse
hasta el cerebro, provocando ataques epilépticos, confusión
y otros síntomas mentales o neurológicos.
Diagnóstico
Dado que el cáncer de próstata es
tan común, muchos médicos lo buscan intencionadamente
con el fin de poder establecer un diagnóstico en las primeras
fases, cuando aún puede curarse. El mejor modo de buscarlo es
hacer un examen rectal con el dedo y un análisis de sangre una
vez al año. Durante el examen rectal, el médico palpa
la próstata. Si la persona tiene cáncer, el médico
suele percibir un nódulo. El análisis de sangre mide el
valor de antígeno específico prostático (AEP),
una sustancia cuya concentración se eleva habitualmente en las
personas que presentan cáncer de próstata, pero que también
puede aparecer en altas cantidades (aunque, en general, en menor proporción)
en pacientes con hiperplasia benigna de próstata. Esta prueba
no alcanza a descubrir un tercio de los cánceres de próstata
(falso resultado negativo) y en alrededor del 60 por ciento de las veces
indica cáncer cuando en realidad no lo hay (falso resultado positivo).
A pesar de que el examen aumenta las probabilidades
de detectar el cáncer en sus primeras fases, también puede
suponer realizar costosas e innecesarias pruebas diagnósticas
y establecer un tratamiento sobre la base de un resultado falso positivo.
Algunas organizaciones recomiendan realizar una determinación
de AEP cada año para detectar la presencia de cáncer,
mientras que otras no lo incluyen como una prueba de detecciðn sistemática.
Si el médico percibe un nódulo, puede
examinar más detenidamente la próstata con una ecografía,
un examen que utiliza ondas sonoras. Si este examen revela la presencia
de un nódulo sospechoso, el médico generalmente obtiene
varias muestras de tejido de la próstata. La persona recibe sólo
un anestésico local antes de intervención y no se requiere
hospitalización. Las muestras de tejido son examinadas al microscopio
y pueden efectuarse en ellas ciertas pruebas bioquímicas. Estas
pruebas ayudan a determinar si el cáncer es de tipo agresivo,
que tiene probabilidades de extenderse con rapidez, o bien si es de
tipo corriente, que tiende a crecer y a extenderse lentamente. También
indican hasta qué punto se ha extendido el cáncer dentro
de la glándula. Los tumores óseos metastásicos
pueden ser detectados con radiografías o bien mediante una gammagrafía
de los huesos.
Existen dos parámetros que ayudan al médico
a determinar el curso posible del cáncer y el mejor tratamiento.
- Hasta dónde se ha extendido. Si el cáncer
está confinado a una parte pequeña de la glándula
de la próstata, en general, pasarán muchos años
antes de que se extienda a las áreas que rodean la glándula
y después al hueso y a otras partes del cuerpo.
- El grado de malignidad de las células.
Las células del cáncer de próstata que se ven más
distorsionadas al examinarlas al microscopio tienden a crecer y a extenderse
con mayor rapidez.
Tratamiento
El tratamiento puede afectar gravemente a la forma
de vida de la persona. La cirugía mayor, la radioterapia y los
fármacos contra el cáncer de próstata suelen producir
impotencia y pueden provocar incontinencia. El tratamiento proporciona
menos ventajas a los hombres de más de 70 años que a los
más jóvenes, ya que los de mayor edad tienen más
probabilidades de morir debido a otras causas. Muchos hombres enfermos
de cáncer de próstata, en especial los de mayor edad con
un cáncer en su fase inicial, deciden que es mejor esperar y
observar.
Cuando un sujeto y su médico deciden que
es necesario seguir un tratamiento, el tipo de terapia dependerá
del alcance de la enfermedad. Por lo general, el cáncer confinado
a la próstata puede curarse extirpando la próstata quirúrgicamente
o bien con radioterapia. En los hombres sexualmente activos que padecen
ciertos tipos de cáncer, puede optarse por un procedimiento quirúrgico
llamado prostatectomía radical de preservación de la potencia.
Este procedimiento, que preserva ciertos nervios, mantiene la potencia
sexual en alrededor del 75 por ciento de los pacientes. Menos del 5
por ciento presenta incontinencia. Sin embargo, el procedimiento tiene
menos probabilidades de curar la enfermedad en los tipos de cáncer
más agresivos y no tiene ningún sentido efectuarlo en
los casos en los que el cáncer se ha extendido más allá
de la próstata.
La radioterapia puede ser utilizada para tratar
el cáncer confinado a la próstata. También se trata
de una opción válida cuando el cáncer ha invadido
los tejidos que rodean la próstata pero no se ha extendido hasta
órganos más distantes. La radiación se aplica con
un aparato de emisión externa o bien mediante implantes radiactivos
que se insertan en la próstata.
El cáncer de próstata metastásico
avanzado no se cura, pero los síntomas pueden aliviarse. Como
muchos cánceres de próstata dependen de los valores de
testosterona que tenga la persona, los tratamientos que bloquean los
efectos de esta hormona pueden reducir el crecimiento de los tumores.
Aproximadamente el 80 por ciento de los hombres que padecen cáncer
de próstata presenta una respuesta positiva al tratamiento que
bloquea dichos efectos. Una forma de bloquearlos es tomar ciertos medicamentos,
como el leuprolide. Sin embargo, este tratamiento provoca cambios significativos
en el organismo, incluyendo reducción de la libido, impotencia
y crecimiento de las mamas (ginecomastia). Además, en casi un
tercio de los hombres con enfermedad avanzada, el cáncer resiste
a dicho tratamiento al cabo de un año.
La extirpación de ambos testículos
(orquiectomía bilateral) reduce notablemente los valores de testosterona,
pero los efectos físicos y psicológicos hacen que este
procedimiento resulte inaceptable para algunos hombres. Sin embargo,
es eficaz, no necesita tratamientos repetitivos, es menos costoso que
la terapia con medicamentos y no requiere siquiera un día completo
de hospitalización. El cáncer de hueso, que provoca dolor
y que no responde a otros tratamientos, puede ser tratado con radioterapia
o con fármacos que puedan reducir los tumores, como el mestranol.
Prostatitis
La prostatitis es una inflamación de la próstata.
En general, la prostatitis no se debe a una infección
que se pueda identificar pero, en ocasiones, alguna infección
bacteriana se extiende hasta la próstata desde el tracto urinario.
La infección de la próstata causa
dolor en la ingle, entre el pene y el ano y en la parte inferior de
la espalda, así como escalofríos y fiebre. El paciente
también puede necesitar orinar con frecuencia y de forma imperiosa
y puede aparecer sangre en la orina. La infección bacteriana
puede extenderse al escroto, causando intenso malestar, hinchazón
y dolor muy fuerte cuando se toca la zona afectada. Incluso se puede
experimentar impotencia debido al dolor.
La prostatitis también puede ser el resultado
de infecciones por hongos, virus y protozoos.
Diagnóstico y tratamiento
El diagnóstico de prostatitis generalmente
se basa en los síntomas y en la exploración física.
Cuando el médico realiza un examen rectal, la próstata
puede hincharse y volverse dolorosa al tacto. En ciertas ocasiones,
el médico puede obtener una muestra de orina o de secreción
para su cultivo, aplicando presión sobre la próstata durante
el examen.
Cuando la prostatitis no está causada por
una infección, los baños de asiento calientes (baños
en los que la persona se sienta), el masaje periódico de la próstata
y la eyaculación frecuente son actividades recomendadas para
aliviar los síntomas. Un analgésico, como el paracetamol
o la aspirina, puede ser necesario para reducir el dolor. El hecho de
tomar laxantes y beber mucho líquido también ayuda a aliviar
los síntomas.
Cuando la prostatitis está provocada por
una infección bacteriana, debe administrarse un antibiótico
oral, como el trimetoprim-sulfametoxazol, du-rante 30 o 90 días.
Tomar antibióticos durante menos tiempo sólo puede curar
parcialmente la infección y derivar en una infección crónica.
Cáncer testicular
El cáncer testicular puede provocar el crecimiento
de un testículo o la aparición de un bulto en el escroto.
La mayoría de los bultos que aparecen en el escroto no están
causados por el cáncer testicular, pero los que se forman en
los testículos sí.
La causa del cáncer testicular es desconocida,
pero los varones cuyos testículos no descendieron al escroto
antes de los 3 años de edad tienen muchas más probabilidades
de desarrollar cáncer testicular que aquellos cuyos testículos
descendieron dentro de esa edad. La mayoría de los casos de cáncer
testicular se desarrollan en hombres menores de 40 años.
Cuatro clases de cáncer pueden desarrollarse
en los testículos: seminoma, teratoma, carcinoma embrionario
y coriocarcinoma.
Síntomas y diagnóstico
El cáncer testicular produce un bulto consistente
creciente en el escroto, lo cual puede resultar doloroso. A veces, los
vasos sanguíneos se rompen dentro del tumor y, como resultado,
se forma una masa que crece rápidamente y causa un fuerte dolor.
Un bulto duro en el testículo debe considerarse seriamente y
debe ser examinado de inmediato por un médico.
Una exploración física y una ecografía
ayudan al médico a determinar si el bulto se ha originado en
el testículo. Si el bulto parece ser una masa sólida,
especialmente si se encuentra en el testículo, se extirpa una
pequeña porción de tejido para analizarlo al microscopio
(biopsia). El paciente recibe un anestésico local antes de la
intervención y el testículo no resulta afectado. Los valores
de dos proteínas en la sangre, la alfa-fetoproteína y
la gonadotropina coriónica, tienden a ser elevados en los hombres
que padecen cáncer testicular. Los análisis de sangre
pueden utilizarse tanto para buscar cáncer como para controlar
el efecto del tratamiento. Si los valores suben después del tratamiento,
el cáncer puede haber vuelto a aparecer.
Tratamiento
El tratamiento inicial para el cáncer testicular
es la extirpación quirúrgica de la totalidad del testículo.
El otro testículo no se extirpa para que el sujeto tenga valores
adecuados de hormonas masculinas y siga siendo fértil. En ciertos
tipos de tumores, también pueden extirparse los ganglios linfáticos
del abdomen puesto que el cáncer tiende a extenderse primero
hacia ellos.
El tratamiento puede incluir radioterapia y cirugía,
especialmente en casos de seminoma. La radiación suele concentrarse
en los ganglios linfáticos del abdomen, del tórax y del
cuello para intentar destruir las células cancerosas que se hayan
extendido allí. El cáncer testicular que se ha expandido
suele curarse con una combinación de cirugía y de quimioterapia.
El pronóstico depende de la variedad y del alcance del tumor.
Más del 80 por ciento de los hombres con seminomas, teratomas
o carcinomas embrionarios sobrevive 5 años o más. Esta
capacidad para curar la mayoría de los cánceres testiculares
metastásicos es uno de los grandes triunfos de la terapia contra
el cáncer. Muy pocos casos con coriocarcinoma altamente maligno,
un tumor muy poco frecuente, logran sobrevivir siquiera 5 años.
Torsión testicular
La torsión testicular se produce cuando un
testículo se retuerce en su cordón espermático.
La torsión testicular es el resultado de
un desarrollo anormal del cordón espermático o de la membrana
que recubre el testículo. En general, se produce en los varones
entre la pubertad y los 25 años; sin embargo, puede suceder a
cualquier edad. La torsión testicular se produce tras una actividad
extenuante o bien puede tener lugar sin razón aparente.
De inmediato, se produce un dolor agudo y tumefacción
del escroto, además de náuseas y vómitos. El médico
puede diagnosticar la enfermedad basándose sólo en la
descripción que el paciente hace de sus síntomas y en
los que haya encontrado tras el examen físico. Alternativamente,
el médico puede recurrir a los exámenes con isótopos
radiactivos para diagnosticar la enfermedad; sin embargo, los resultados
de la prueba no son siempre fiables. La ecografía de color con
análisis de flujo, que muestra tanto el tejido testicular como
el flujo de sangre, suele ser la exploración más utilizada.
El cordón retorcido corta el suministro de sangre al testículo.
En consecuencia, la única esperanza de salvar el testículo
es la cirugía para desenrollar el cordón dentro de las
24 horas siguientes a la aparición de los síntomas. Durante
la cirugía, se comprueba el estado del otro testículo
y habitualmente también se fija para prevenir la torsión
del otro lado.
Hernia inguinal En la hernia inguinal, una porción
del intestino se abre paso por un orificio de la pared abdominal
hacia el canal inguinal, el conducto por el que descienden los
testículos hacia el escroto en la vida fetal.
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Anatomía normal | Hernia inguinal |
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Hernia inguinal
En la hernia inguinal, el intestino hace presión
desde un orificio que se encuentra en la pared abdominal hasta el canal
inguinal (el conducto por el cual descienden los testículos desde
el abdomen hacia el escroto poco antes del nacimiento).
Cuando la hernia se produce porque el orificio es
más holgado o débil de lo normal en el nacimiento, recibe
el nombre de hernia congénita o indirecta. Cuando el paso del
intestino se debe a un defecto en la base del canal inguinal, el trastorno
recibe el nombre de hernia adquirida o directa.
En ambas clases de hernia inguinal, el intestino
puede empujar hacia el escroto, generalmente produciendo una protuberancia
indolora en la ingle y en el escroto. La protuberancia puede crecer
cuando el sujeto se pone de pie y encogerse cuando se acuesta, porque
el contenido se mueve hacia atrás y hacia adelante con la gravedad.
Puede recomendarse recurrir a la cirugía dependiendo del tamaño
de la hernia y del malestar que causa. Si una porción del intestino
queda atrapada en el escroto, el suministro de sangre puede resultar
interrumpido y dicha porción de intestino puede volverse gangrenosa.
En este caso, se lleva a cabo una intervención quirúrgica
de urgencia para sacar el intestino del canal inguinal y cerrar el orificio
para que la hernia no se repita.
Otros trastornos del escroto y de los testículos
La orquiepididimitis es la inflamación del
epidídimo y del testículo. Puede ser una complicación
de una infección de la vejiga, una uretritis no específica,
gonorrea, cirugía de la próstata o un procedimiento como
la cateterización de la vejiga urinaria. El testículo
se hincha y duele y también puede estar caliente al tacto. En
general, hay líquido en el saco del escroto. La persona también
puede tener fiebre. El tratamiento suele incluir antibióticos
orales, reposo en cama, compresas de hielo aplicadas sobre el escroto
y un aparato suspensorio que lo sujete. Quizás sea necesario
recurrir al paracetamol o a otros calmantes del dolor. En ciertos casos,
se forma un absceso (acumulación de pus) que, al tacto, resulta
como un bulto blando en el escroto. El absceso tiende a drenar por sí
solo, pero en determinados casos es necesario practicar un drenaje quirúrgico.
La parotiditis es una infección vírica
que, en general, afecta a los niños; si un adulto contrae parotiditis,
los testículos pueden resultar afectados. La enfermedad produce
una dolorosa hinchazón, la cual puede perjudicar de forma permanente
la capacidad de los testículos para producir esperma.
Un hidrocele es una acumulación de líquido
en la membrana que cubre los testículos, que causa una hinchazón
blanda en uno de ellos. La enfermedad puede manifestarse en el momento
del nacimiento o bien desarrollarse con el paso de los años.
El hidrocele generalmente resulta indoloro, pero su volumen puede volverse
tan grande que deba recurrirse a la extirpación quirúrgica
para eliminar la molestia.
Un hematocele es una acumulación de sangre
que generalmente aparece después de una lesión en el escroto.
A veces la sangre se resorbe sin tratamiento, pero los hematoceles de
gran tamaño suelen necesitar extirpación quirúrgica.
Un espermatocele es una acumulación de fluido
que contiene esperma, localizada justo al lado del epidídimo.
Si el espermatocele aumenta mucho de tamaño o se vuelve molesto
acaba extirpándose quirúrgicamente.
Un varicocele es una masa de venas alargadas, anchas
y con forma de gusano, localizadas en el escroto, muy similares a las
venas varicosas. El varicocele suele aparecer en el lado izquierdo del
escroto y, al tacto, se parece a un saco de gusanos. La masa resulta
evidente cuando el sujeto se pone de pie, pero, en general, desaparece
cuando se acuesta, porque se reduce el flujo de sangre que se dirige
hacia las venas dilatadas.
Un varicocele puede ser corregido quirúrgicamente
si provoca la sensación de que el escroto se encuentra incómodamente
lleno o bien si disminuye la fertilidad.